Los datos son claros: el Canal de Panamá es un pilar crucial de la economía del país. Este corredor de solo 80 kilómetros facilita el paso del 3% del comercio marítimo mundial y conecta 180 rutas de 170 naciones a través de 1,920 puertos.
Incluso en tiempos difíciles, como durante la sequía sin precedentes en 2023, el Canal sigue siendo una fuente significativa de ingresos, aportando $2,500 millones al Estado y $3,630 millones a la economía nacional.
Estos números explican en parte el sólido desempeño económico de Panamá, que ha mantenido uno de los PIB más dinámicos de América Latina, incluso liderando el crecimiento regional con un 6.1% en el último año, según la Cepal.
Sin embargo, Panamá es más que su Canal. Aunque este representa una parte importante de su economía, otras ramas, como el comercio, el sector logístico y financiero, también son vitales. Incluso dentro del complejo logístico, donde el Canal es solo una pieza, su contribución al PIB se estima entre el 6% y el 8%, pero al considerar todas las actividades logísticas, como los puertos y ferrocarriles, puede ascender hasta el 30%.
Además, el país se sustenta en una economía de servicios, donde el sector terciario domina, representando casi el 68% del PIB. El comercio mayorista y minorista, junto con el sector bancario y financiero, son pilares fundamentales.
La construcción también ha sido históricamente importante, representando hasta el 18% del PIB antes de la pandemia. Aunque en 2022 disminuyó al 13%, sigue siendo un símbolo del crecimiento.
Sin embargo, la economía panameña enfrenta desafíos, como la dependencia excesiva en sectores específicos y la necesidad de abordar la desigualdad y la distribución equitativa de la riqueza.
La reciente agitación en el sector minero y las manifestaciones contra acuerdos controvertidos destacan algunas de estas debilidades y la necesidad de reformas estructurales.
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